- El veintitrés de abril las pastelerías también se llenan de libros y rosas, dulces
- Los ingresos de las pastelerías barcelonesas augmentan en esta fecha
El Día Internacional del Libro en Barcelona
Salgo de casa a las doce y media de la mañana. En la esquina de Rambla Cataluña una larga cola espera frente a la puerta de la pastelería Vives. Aquí me encuentro con un establecimiento comprometido con la lectura, éste algo más original que los demás. Sus libro-pasteles imitan novelas: portadas, lomo y páginas incluidos, todos de chocolate. Una mujer se lleva un ejemplar de Crepúsculo. La dependienta le comenta: “¡Te llevas el último tomo!”. Me fijo en el precio que marca en caja: treinta euros. Ésta no será la edición de bolsillo, pensé.
El Gremio de Pastelería pronosticó que este año se venderían aproximadamente unos 100.000 pasteles el día de Sant Jordi, con un precio medio de entre doce y veinticinco euros. Mientras continúo mi paseo compruebo en algunas pastelerías si los datos son ciertos.
Es la una del mediodía cuando entro en la chocolatería Blasi de la calle Cardenal Casañas. Los mostradores siguen repletos de corazones y rosas de cacao con un precio más asequible: no alcanzan los diez euros. Hablo con la dependienta en un momento en el que la chocolatería se vacía. Me cuenta que han preparado sobre unas cuatrocientas unidades únicamente para este día, y que han vendido más de la mitad. “Ojalá se dispararan siempre así las ventas”, me dice antes de despedirme.
Mi paseo termina en la calle Manila, en la Pastelería Santa Gemma. Mientras espero a que me atiendan observo como en las vitrinas no cabe ni un solo pastel en forma de libro. Hablo con Silvia, una trabajadora: “éste es el tradicional pastel de Sant Jordi. Se elabora moldeando el bizcocho de forma rectangular para que parezca un libro. Lo rellenamos de chocolate, nata o mantequilla y lo cubrimos de yema caramelizada.” Le pregunto por el ajetreo de clientes en lo que lleva de mañana. “En este día los pasteles de Sant Jordi vuelan, y este año no va a ser menos. No hemos parado de trabajar, parece que la crisis desapareció en Santa Gemma” me comenta en voz baja.
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