
Sobrevivir a la fama de haber encarnado el papel de Aragorn en la trilogía de El Señor de los Anillos, considerado un héroe cinematográfico igual de relevante que Indiana Jones, no es para tomarse a Viggo Mortensen a la ligera. El actor, que también ha protagonizado películas como Promesas del Este o Alatriste, estrena nuevo personaje: John Halder, un profeso alemán que por conveniencia acaba afiliado al partido nazi, en la adaptación de la obra teatral Good, de C.P. Taylor.
- Hay una escena en la que se mira en un espejo vestido de nazi. ¿Se sintió cómodo con el uniforme?
Es curioso. Verá, de las pruebas de vestuario, semanas antes de rodar, lo último que me probé fue el uniforme, y me puse muy terco con la encargada de vestuario. Me sentía incómodo, le preguntaba si estaba bien, si era mi talla. Hasta que me di cuenta de que me hacía sentir incómodo y eso debía ser así, porque tenía que ver con lo que sentía. Superar ese obstáculo me ayudó mucho. En todos mis papeles, los obstáculos siempre son una oportunidad.
- Es raro verlo en este papel. Ha encarnado desde un pérfido Satanas hasta el heroico Aragorn, espadachines, mafiosos, pero nunca le habíamos visto como un pusilánime.
No creo que Halder sea un pusilánime. Es obvio que no es un tipo que va a salir con un cuchillo y que no toma decisiones de forma inmediata, pero no es del todo pasivo. Tiene mucha gente de la que cuidar: su esposa, sus hijos, su madre... Trata de que todo esté bien, que todo esté tranquilo. Cuando el gobierno nazi le hace la oferta de escribir un ensayo sobre la eutanasia, él, que no es simpatizante, piensa que no pasa nada. Poco a poco se va metiendo más y más, aunque nunca se sienta uno de ellos...
- John Halder no se mancha las manos. ¿Es cómplice, un cobarde?
Este personaje es muy complicado. Cuando el público ve el cartel de la película puede pensar que se trata de otra película de nazis pero no lo es en absoluto. Precisamente la hice porque son un personajes y una historia muy sutiles. No hay eventos históricos, no se ven desfiles, sólo una transformación cotidiana. Es muy importante que la historia empiece con la década de los años 30, y se vea cómo lo cotidiano va cambiando, que la bandera nazi era un símbolo neutro, no estaba adjetivada.
- Hay una escena en la que se mira en un espejo vestido de nazi. ¿Se sintió cómodo con el uniforme?
Es curioso. Verá, de las pruebas de vestuario, semanas antes de rodar, lo último que me probé fue el uniforme, y me puse muy terco con la encargada de vestuario. Me sentía incómodo, le preguntaba si estaba bien, si era mi talla. Hasta que me di cuenta de que me hacía sentir incómodo y eso debía ser así, porque tenía que ver con lo que sentía. Superar ese obstáculo me ayudó mucho. En todos mis papeles, los obstáculos siempre son una oportunidad.
- Es raro verlo en este papel. Ha encarnado desde un pérfido Satanas hasta el heroico Aragorn, espadachines, mafiosos, pero nunca le habíamos visto como un pusilánime.
No creo que Halder sea un pusilánime. Es obvio que no es un tipo que va a salir con un cuchillo y que no toma decisiones de forma inmediata, pero no es del todo pasivo. Tiene mucha gente de la que cuidar: su esposa, sus hijos, su madre... Trata de que todo esté bien, que todo esté tranquilo. Cuando el gobierno nazi le hace la oferta de escribir un ensayo sobre la eutanasia, él, que no es simpatizante, piensa que no pasa nada. Poco a poco se va metiendo más y más, aunque nunca se sienta uno de ellos...
- John Halder no se mancha las manos. ¿Es cómplice, un cobarde?
Este personaje es muy complicado. Cuando el público ve el cartel de la película puede pensar que se trata de otra película de nazis pero no lo es en absoluto. Precisamente la hice porque son un personajes y una historia muy sutiles. No hay eventos históricos, no se ven desfiles, sólo una transformación cotidiana. Es muy importante que la historia empiece con la década de los años 30, y se vea cómo lo cotidiano va cambiando, que la bandera nazi era un símbolo neutro, no estaba adjetivada.
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